Salinger, J. D. Un día perfecto para el pez plátano. En Nueve cuentos. Buenos Aires: Alianza.
El autor norteamericano al igual que su compatriota Capote, al comenzar el relato presenta la escena en donde va a transcurrir lo narrado. En el caso de Salinger nos pinta el departamento y a la mujer que espera al teléfono. El diálogo que se encuentra casi al principio da la sensación de ser real, y esto tiene que ver, en parte con las constantes interrupciones que se producen, y en parte por los cortos parlamentos que dicen cada uno de los personajes.
Ricardo Piglia dice en una primera tesis sobre el cuento, que éste siempre cuenta dos historias. En el texto de Salinger la primera historia a simple vista se podría decir que es la luna de miel del matrimonio de Muriel y Seymour.
La otra historia que se cuenta en Un día perfecto para el pez banana, a mi modo de ver son las secuelas de la guerra en Seymour, el personaje principal, que termina por suicidarse al final del relato. Esta segunda historia se cuela por los diálogos y los gestos pero nunca se explicita en el texto. La guerra sobrevuela todo el cuento pero nadie la nombra. Está allí, entre líneas:
-Tu padre habló con el doctor Sivetski.
-¿Si?- dijo la chica.
-Le contó todo. Por lo menos, eso me dijo, ya sabes cómo es tu padre. Los árboles. Ese asunto de la ventana. Las cosas horribles que le dijo a la abuela acerca de sus proyectos sobre la muerte. Lo que hizo con esas fotos de las Bermudas… ¡Todo!
-¿Y…?-dijo la chica.
-En primer lugar, dijo que era un verdadero crimen que el ejército lo hubiera dado de alta del hospital. Palabra. En definitiva, dijo a tu padre que hay una posibilidad, una posibilidad muy grande, dijo, de que Seymour pierda por completo la razón. Te lo juro.[1]
Sandra Russo reflexiona sobre el cuento de Salinger y focaliza sobre este punto:
“Seymour es, sobre todo, un veterano de guerra. Y es sobre todo un veterano porque su tragedia personal, invisible para los otros, callada, encubierta por el tono zumbón y la falsa trivialidad que lo rodea, es en rigor el detonante de todo lo que marcará a la familia Glass. Seymour ha vuelto de la guerra pero su familia, la familia de su novia, sus amigos, sus vecinos, los norteamericanos, lo han tratado como si la guerra hubiese sido apenas un mal trago, un rito de iniciación exagerado. Seymour soportó la guerra, pero no soporta hacer de cuenta que no estuvo en ella.”[2]
Un día perfecto para el pez plátano tiene todos los condimentos para agradarle al escritor Raimond Carver ya que él acepta que le gustan aquellos cuentos contienen algún sentimiento de riesgo o una atmosfera de amenaza. Salinger consigue en la escena donde el protagonista se encuentra solo con una niña un ambiente de tensión, el sentimiento de que hay algo inminente. El dialogo y las descripciones logran mantener al lector en vilo hasta el final de la escena.
Un día perfecto… sería un cuento modelo para analizar las teorías de Piglia y Hemingway.
[1] Salinger, J. D. Un día perfecto para el pez plátano. En Nueve cuentos. Buenos Aires: Alianza. p 14.
[2] RUSSO, Sandra. 10 septiembre 2006. Los peces banana. Buenos Aires: Página 12
El autor norteamericano al igual que su compatriota Capote, al comenzar el relato presenta la escena en donde va a transcurrir lo narrado. En el caso de Salinger nos pinta el departamento y a la mujer que espera al teléfono. El diálogo que se encuentra casi al principio da la sensación de ser real, y esto tiene que ver, en parte con las constantes interrupciones que se producen, y en parte por los cortos parlamentos que dicen cada uno de los personajes.
Ricardo Piglia dice en una primera tesis sobre el cuento, que éste siempre cuenta dos historias. En el texto de Salinger la primera historia a simple vista se podría decir que es la luna de miel del matrimonio de Muriel y Seymour.
La otra historia que se cuenta en Un día perfecto para el pez banana, a mi modo de ver son las secuelas de la guerra en Seymour, el personaje principal, que termina por suicidarse al final del relato. Esta segunda historia se cuela por los diálogos y los gestos pero nunca se explicita en el texto. La guerra sobrevuela todo el cuento pero nadie la nombra. Está allí, entre líneas:
-Tu padre habló con el doctor Sivetski.
-¿Si?- dijo la chica.
-Le contó todo. Por lo menos, eso me dijo, ya sabes cómo es tu padre. Los árboles. Ese asunto de la ventana. Las cosas horribles que le dijo a la abuela acerca de sus proyectos sobre la muerte. Lo que hizo con esas fotos de las Bermudas… ¡Todo!
-¿Y…?-dijo la chica.
-En primer lugar, dijo que era un verdadero crimen que el ejército lo hubiera dado de alta del hospital. Palabra. En definitiva, dijo a tu padre que hay una posibilidad, una posibilidad muy grande, dijo, de que Seymour pierda por completo la razón. Te lo juro.[1]
Sandra Russo reflexiona sobre el cuento de Salinger y focaliza sobre este punto:
“Seymour es, sobre todo, un veterano de guerra. Y es sobre todo un veterano porque su tragedia personal, invisible para los otros, callada, encubierta por el tono zumbón y la falsa trivialidad que lo rodea, es en rigor el detonante de todo lo que marcará a la familia Glass. Seymour ha vuelto de la guerra pero su familia, la familia de su novia, sus amigos, sus vecinos, los norteamericanos, lo han tratado como si la guerra hubiese sido apenas un mal trago, un rito de iniciación exagerado. Seymour soportó la guerra, pero no soporta hacer de cuenta que no estuvo en ella.”[2]
Un día perfecto para el pez plátano tiene todos los condimentos para agradarle al escritor Raimond Carver ya que él acepta que le gustan aquellos cuentos contienen algún sentimiento de riesgo o una atmosfera de amenaza. Salinger consigue en la escena donde el protagonista se encuentra solo con una niña un ambiente de tensión, el sentimiento de que hay algo inminente. El dialogo y las descripciones logran mantener al lector en vilo hasta el final de la escena.
Un día perfecto… sería un cuento modelo para analizar las teorías de Piglia y Hemingway.
[1] Salinger, J. D. Un día perfecto para el pez plátano. En Nueve cuentos. Buenos Aires: Alianza. p 14.
[2] RUSSO, Sandra. 10 septiembre 2006. Los peces banana. Buenos Aires: Página 12
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