Luego de pasar la entrevista tuve la misma sensación que cuando termino de hablar mi entrevistada. Los primeros 20 minutos habló la institución, habló en su rol de vocera. Es decir, luego del “play” y de una primera pregunta mía, la directora poso su mirada al frente, como si estuviera leyendo una lamina detrás de mí y comenzaron a salir de su boca frases sin control alguno (y algunas sin coherencia alguna). Mi primera pregunta fue pasada por arriba, y retomada luego de diez minutos. Su discurso tenía un camino bien delimitado. Se notaba que estaba cómoda con ese recorrido temático preparado por ella misma. Pero mis preguntas la obligaron a ir por la banquina, es decir comenzamos a conversar sobre lo que a mí me interesaba. Nada del otro mundo. Pero diferente a lo que ella me planteaba en un principio. Y fue en donde afloraron sus mejores declaraciones. Repito. Nada del otro mundo, pero mejor que nada. (Hoy estoy negativa).
Nunca pensé que un título me costaría tanto. Con la crónica terminada me falta algo de lo más importante. Pero tengo que confesarlo, en esta crónica (como si hubiese escrito muchas) lo que más me ha costado es poner títulos. Sabía que el texto iba a estar dividido en bloques, es un tema demasiado complejo como para narrarlo “todo de una”. Pero no podía definir que palabras le irían bien para definir a ese bloque que había construido. Entonces, no le puse títulos a esos bloques. Pero ahora no podía huir. Debía definir algunas palabras que describan o hagan alusión a la crónica. Bueno fue mucho por hoy, lo voy a consultar con la almohada…
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